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miércoles, 14 de marzo de 2018

"No le digas a una persona que no puede hacer algo, dale soluciones"

Casos Entrenamiento Personal (Suelo Pélvico y Dolor de Espalda)

Que ganas tenia de un caso así…

Hace poco compartía un enlace en mi blog (al4balance) acerca del trabajo que estaba desarrollando con una chica que tenía unos problemas de suelo pélvico, además de dolor de espalda lumbar y cervical.

Todo empezó cuando su marido —amigo desde hace algunos años—, un día, por casualidad, me preguntó en el gimnasio qué era lo que yo hacía realmente —aquí otro ejemplo del gran desconocimiento que los propios familiares y amigos tienen de lo que uno hace, casi siempre por culpa de una mala comunicación o promoción de mi trabajo e inquietudes por mi parte—. A partir de ese momento, fueron muchas las conversaciones que tuvimos al respecto de ciertos temas de interés relacionados con el entrenamiento, con el sistema sanitario, y con la salud pública en general. Poco a poco me fue contando el calvario por el que estaba pasando su mujer, después de dar a luz a su último hijo, hace algo más de dos años.

Por respeto, no voy a entrar a juzgar el acto médico durante el parto, puesto que ni soy quien, ni tengo los conocimientos médicos que se necesita para ello, simplemente me voy a ceñir a lo que ella me manifestó. En el parto se le efectuó una episiotomía y se le aplicó la maniobra de Kristeller para la expulsión. De la primera decir que no está justificada la escisión de manera sistemática; de la segunda, es evidente que se trata de una maniobra muy agresiva y poco segura, la cual incluso está prohibida su práctica en algunos países. Lo cierto es que algo que debía haber ido por otros cauces, al igual que cuando primípara, además de también estar planificado a tales efectos, fue por otros derroteros inesperados, no sé si por el nerviosismo de quien asistía en el parto, por complicaciones imprevistas, o por ciertos acontecimientos que desconozco, no lo sé, pero los hechos son los que son. Con esto, lógicamente era de esperar que la recuperación post-parto iba a ser mucho más lenta de lo normal, incluso sin quizás poder conseguirlo en plenitud —seguidamente explicaré el porqué—.

En los siguientes meses, el multiprolapso de los órganos pélvicos (POP) asociado a la debilidad perineal e hipotonía abdominal, apenas había recuperado su disposición de inicio, antes del parto. Se le practicaron ciertos test POPQ (Sistema de Cuantificación del Prolapso de Órganos Pélvicos) y, adjuntas a las disfunciones, exceptuando la IU (Incontinencia Urinaria) que, curiosamente, era inexistente, el número de consultas médicas a distintos especialistas no se hizo esperar. Si bien, todos los profesionales sanitarios consultados, especialistas ginecológicos y obstétricos, fisioterapeutas, etc., —TODOS—, quizás con buen criterio, le sugerían que no realizase esfuerzos, que tuviese mucho cuidado en coger a sus hijos en brazos, que no caminase en exceso, que llevase un carrito para la compra del supermercado, que cuidado con las escaleras y los saltos, que nada de nadar, y que mucho menos se le ocurriese coger pesas en un gimnasio —el miedo a la actividad física y la perpetuación de un sedentarismo inducido se estaban afianzado—. Ninguno, NINGUNO, le daba soluciones. Bueno sí, se le aplicó electoestimulación perineal con su correspondiente biofeedback por perineometría, durante unos meses, al igual que las archiconocidas contracciones perineales voluntarias o ejercicios de Kegel. Si bien, hubo ciertas mejoras, estas eran insuficientes; por lo que en ciertas consultas se le insinuó valorar la posibilidad de someterse a algún tipo de cirugía, como pudiera ser la colposacropexia por laparoscopia, consistente en la colocación de una malla pélvica transvaginal. Pero el tener que someterse a una operación, y debido a su juventud y a los posibles efectos secundarios y complicaciones, como infecciones, etc., que pudieran sobrevenir, a priori se descartó esta técnica. Además, es bien sabido que este tipo de cirugías estaría más indicado en mujeres a las cuales se le ha practicado una histerectomía (extirpación del útero), por causas reconocidas, así como prolapsos de grado IV. Y para el caso que nos ocupa, solo sería una opción si se hubiesen agotado todas las otras posibilidades o técnicas de tratamiento.

Y las dos preguntas que me hago, entre otras, son, ¿seguro que se han agotado todas las posibilidades de tratamiento?, ¿de verdad que se han puesto todas las herramientas encima de la mesa, o solo las conocidas? La respuesta es sencilla, pero aparece oculta a la percepción general. —NO—. Muy pocos profesionales, y muchas menos pacientes, por no decir nadie, hacen lo que realmente hay que hacer o, mejor dicho, hacen hasta cierto punto y hasta donde saben o su percepción alcanza, claro, y aquí paz y después gloria. Principalmente, por dos motivos de peso: desconocimiento y miedo. Pero siguen sin darse soluciones!

Durante todo este tiempo, la resignación crecía por momentos, y parecía que ya se estaba asentado en su vida. Así, después de dos años, empezaron a sobrevenir ciertos dolores de espalda, y a empeorar las sensaciones de incomodidad en su zona perineal, además de verse cada vez más frágil, con una aumentada actitud cifótica, y con un aumento del % de grasa corporal y pliegues cutáneos.

Entonces, se produce la casualidad de la que hablaba a principio del texto, en la que su cónyuge me habla de todo esto. Poco a poco él le fue contando a su pareja que conocía a un Entrenador Personal que le podía dar un punto de vista distinto a todo lo que le habían dicho y ella ya sabía. Yo no dejaba de insistir en que podía hablar conmigo cuando quisiera, sin ningún tipo de compromiso por su parte, solo faltaría. Fue así como, por fin, nos conocimos en persona y pudimos charlar durante casi dos horas, yo más bien escuchar con atención.

Yo ya tenía una experiencia previa con un caso de disfunción perineal postparto, pero no tan compleja como este. Pero le di mi palabra que iba a buscar la mejor solución para ella. De todas maneras, algo que le hice ver, es que cualquier persona, en cualquier estado y condición, puede mover los codos, o los hombros, o los tobillos, o las rodillas, o los dedos…

Cualquier persona con esta alteración puede trabajar cierta musculatura de manera aislada a la cintura pélvica para evitar posibles presiones, y beneficiarse de todo lo que conlleva estimular al sistema neuromuscular y, por extensión, al endocrino-metabólico, al cardiorrespiratorio, y demás. Para estar sanos, no hacen falta tantos alardes como se pretenden por ahí. No es necesario hacer movimientos olímpicos, no hay porque imitar gestos deportivos, no es imprescindible el uso de kettlebells, ni de poleas cónicas isoinerciales, ni de gimnasios modernos, ni de apps para móvil, ni de airbikes, ni de zapatillas último modelo. Tampoco es sano depender del sistema sanitario —que no de salud—, de los chequeos per se, de los medicamentos, de las terapias pasivas, etc. Sí, lo sé, pero no estoy haciendo apología del sofá; no estoy desechando los avances tecnológicos y wearables que nos facilitan ciertas tareas; no estoy cuestionando la aportación de los avances médicos a nuestra sociedad —ya hay personas infinitamente más competentes que un mindundi como yo que lo están poniendo en cuestión con publicaciones y argumentos sólidos—. Solo estoy hablando desde la coherencia, tratando de poner una radical mesura en tiempos de radicalismos desmesurados.

Volviendo al tema que me ocupa, ¿sabéis que hice yo en las siguientes semanas, hasta justo este momento que estoy escribiendo el presente texto? ESTUDIAR y APLICAR. Y estos dos verbos implican leer mucho y bien, analizando el planteamiento y metodología de cada artículo científico; implica tener una base de conocimiento en materia de programación junto con una experiencia práctica significativa, así como preguntar cuando algo no se sabe, a médicos, matronas, fisioterapeutas, y a otros preparadores físicos —fueron unas cuantas las llamadas de teléfono realizadas e intercambio de pareceres por mensaje—; también implica aplicar lo aprendido, estando bien seguro de lo que se está haciendo, estando bien atento al feedback y feedforward compartido con la persona que tenemos delante —primum non nocere—; y por último, implica monitorizar lo que se está haciendo, llevar un diario con apuntes objetivos, medibles, y subjetivos, ¿cómo se siente la persona?, ¿cómo progresa?


En mi opinión, para emprender un trabajo así, resultan imprescindibles ciertos puntos que presento a continuación:

1. Saber de anatomía y conocer la relación entre órganos, hormonas, ligamentos, músculos, arterias, nervios, y fascias.
  • Vejiga y uretra, vagina y útero, intestinos y recto.
  • Estrógenos, progesterona, hormona foliculoestimulante (FSH) y luteinizante (LH), dopamina, cortisol, prolactina, oxitocina, relaxina, etc. 
  • Ligamentos suspensorios, como los pubouretral, cardinal, uterosacro, vesicouterino; cuerpo perineal como punto de anclaje para las fuerzas musculares, etc. Saber de los cambios que se producen en el embarazo y durante el parto por acción de las hormonas antes mencionadas.
  • Continuum de músculos elevador del ano: pubococcígeos, ileococcígeos, puborrectal; isquiococcígeo, pubovaginal, isquiocavernoso, bulbocavernoso, perineal transverso; esfínter anal, uretral y vaginal; pelvitrocantéreos como obturador interno, piriforme, glúteos; diafragma, transverso, oblicuos y recto abdominal, multífidos, entre otros. Conocer la interacción de la postura con los ligamentos, y cómo si estos son laxos pueden desequilibrar la eutonía de fuerzas tenségricas: neuromusculares, fasciales…
  • Tejido conjuntivo cuyas fibras, en una alta proporción, responden de manera involuntaria, regidas por el sistema nervioso autónomo.
  • Nervios de funciones mixtas, sensitivas y motoras, llevando la información recibida hacia el sistema nervioso central, de manera aferente, y transportando el correspondiente impulso efector.
2. Escucha activa y empatía, teniendo muy en cuenta el aspecto psicológico y emocional, así como su estilo de vida, hábitos, alimentación, condición física, preferencias, etc. No juzgar, solo observar y ayudar. No tratarla como alguien frágil, pues seguirá siendo frágil. Hay que tratarla como lo que es, un ser humano, y, especialmente, como lo que puede llegar a ser, un ser humano en plenas condiciones psico-físicas, autónoma y capaz. Con nuestra actitud y pedagogía, debemos facilitar que la persona reduzca sus miedos, la evidencia creíble de peligro, y que gane en confianza, aumentando la evidencia creíble de seguridad.

3. Leer y analizar la literatura científica existente. A poder ser de cierto rigor pero sin desechar la demás.


4. Saber de programación del entrenamiento y tener una experiencia significativa y contrastada previa con otras personas.

5. Hacer una anamnesis detallada a la persona entrevistada en la consulta, dejando todo por escrito.

6. Ponerse en contacto con las matronas, ginecólogos, fisioterapeutas, y otro personal sanitario que haya seguido el parto y el tratamiento post-parto.

7. Hacer una valoración funcional, que sirva de guía para el diseño de un programa de entrenamiento seguro y eficaz, siempre atendiendo a la tolerancia y sensaciones de la persona.

8. Entrenar, entrenar y entrenar. La adherencia es clave, mucho más en estos casos. Buscamos adaptaciones progresivas, sostenibles a largo plazo.

9. Comunicación constante y variabilidad del programa de ejercicio cuando proceda, respetando todos los demás principios fisiológicos.


Después de tan solo cuatro meses de entrenamiento, las mejoras objetivas en fuerza-resistencia y tono muscular general, junto a las sensaciones tan positivas que está teniendo, a la mejora en su estado de ánimo, confianza y autoestima, me hacen sentir un privilegiado por hacer lo que hago; me empujan a seguir trabajando con más rigurosidad si cabe. Pero realmente no estoy haciendo nada del otro mundo, solo lo que hay que hacer. Y esto pasa por ir estimulando los distintos grupos musculares, mediante una progresión lógica, atendiendo a la tonificación y funcionalidad de la musculatura glútea y pelvitrocantérea, a los cuádriceps e isquiosurales, así como a toda la faja lumbo-abdomino-pélvica, erectores espinales, paravertebrales, musculatura dorsal y periescapular, sin olvidarnos de la musculatura pectoral, deltoidea y braquial, entre otros. Pues todos los músculos, fascias, ligamentos y nervios trabajan en sinergia, formando parte de una cadena biomecánica y con respuestas fisiológicas al movimiento.

Trabajamos con ejercicios analíticos, de coordinación y control motor, realizados en posiciones de baja carga que faciliten la hipopresión o hipocompresión perineal, en diferentes planos. Movimientos de disociación y control lumbo-pélvico, con buena higiene postural. Y con orientación hacia tareas más complejas e intensas, siempre tratando de mantener la tensión adecuada y una respiración afín. Pesas, sí, pesas, pero bien hechas, dosificadas y en progresión.

Seguimos trabajando…

P.S.: me veo a mí mismo hace unos años con respecto ahora, y es alucinante el cambio de mentalidad que he ido adoptando. Que ganas de contarle al mundo todo lo aprendido. Que ganas de contarle al mundo que sí se puede, pero hay que hacerlo bien, no todo vale. Que ganas de ponerlo en práctica de manera masiva, y que cuantas más personas se beneficien del adecuado entrenamiento, tengan los objetivos que tengan. El entrenamiento está haciendo que muchas personas se recuperen como jamás hubiesen pensado, siendo una parte importante a la solución de multitud de alteraciones.

ADENDA: quisiera concluir diciendo que no me considero especialista ni experto en nada —aún me queda mucho camino por recorrer—. Que la única especialidad que procuro es la del Entrenamiento de Fuerza y Acondicionamiento Físico, con atención, eso sí, a las alteraciones dadas en una persona y contexto determinado.

Palabras clave: Prolapso Vaginal, Debilidad del Suelo Pélvico, Hipotonía abdomino-pélvica, Programación, Resultados a Largo Plazo, Hábitos y Estilo de Vida, Adherencia, Autonomía, Rendimiento, Salud.

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